El arte de jugar en el aula 2
…y el rostro de las alumnas, profesoras y bibliotecarias se descompuso, como quien siente el sabor de un limón, al decirles que en este seminario de fomento lector no se pasaría materia, que guardaran lápices y cuadernos, porque lo único que haríamos sería jugar. Todo lo que aprendan aquí, sentencié, será de esta manera.
¿¡Cómo!? Exclamaron e interrogaron con la expresión de sus ojos, rompiendo el silencio de aquel instante. Me mantuve a la espera de alguna pregunta o inquietud. Luego de unos segundos y de ver que mi sonrisa surtió efecto en el rostro de todas, las invité a ponerse de pie y a hacer un círculo. Mirar a sus compañeras a los ojos y tomarse de las manos.
¿Se acuerdan de alguna ronda? Les pregunté. El rostro de las alumnas se volvió a descomponer y se transformó entre quien siente el sabor de la achicoria cortada con metal y quien tuvo que tomar un vaso de natre o pomelo, pero siempre mantuvieron sus sonrisas. Comencé lentamente entonando la primera frase de la ronda y en los ojos de cada una apareció su infancia. La niña María ha salido en el baile…por inercia los cuerpos se movieron, algo despertó en su interior que las obligaba a desplazarse, a danzar. La memoria corporal trajo a colación lo que un día se ocultó, el juego. Baila, que baila, que baila, y si no lo baila…ya no sólo sonreían con los labios, lo hacían con todo su cuerpo…lo hacíamos, me incluyo, yo era parte de ese recuerdo. Castigo le darán, por lo bien que lo baila hermosa Soledad. Salga usted que la quiero ver bailar.
Sentí que estaba tomada de la mano con mi niña, la que era yo cuando chica…esa que deje hace décadas atrás, olvidada. Era como si ella me hubiese invitado a jugar Dijo una alumna.